La alquimia es –grosso modo– un saber relacionado con la química, la metalurgia y el misticismo ¿cómo así? Esta disciplina versa sobre la transmutación de los metales y de la sublimación del alma, en ambos casos se busca mejorar la esencia del objeto a un nivel más excelso; el caso de la narración de la gallina de los huevos de oro nos remonta al aspecto metalúrgico de la alquimia. A su plano material u operativo.
En este aspecto, la alquimia se relaciona con el oficio del herrero, pues éste se ocupa de purificar sus metales y aleaciones a fin de crear aceros[1], muchas veces con metodologías secretas que iban traspasándose oralmente mediante gremios. Algunas técnicas –por ejemplo- son las de ungir los metales en aguas frías o bien en aceite de oliva, dependiendo de las características deseadas y del uso que se le de al objeto forjado. Son reacciones químicas las que predominan en este aspecto material de la alquimia, no en vano los nombres de la tabla periódica de la Química provienen de la alquimia[2].
Y tratándose de procesos químicos tenemos que cuando a las aves de corral se les daba de comer de la tierra, éstas purificaban las piedras en su sistema digestivo mediante procesos bioquímicos cuyo efecto visible era la excreción de pepitas de oro; a su respecto, la gente que no tenía el conocimiento que tenemos hoy pensaba que era posible que un ave pusiera pepitas de oro tal como ponían huevos. En algún caso pudo existir una gallina que haya inmortalizado la historia en el célebre y popular relato.